La
Posesión
Y se cree
que lo ha hecho bien. Se levanta, se pone los pantalones y después la camisa. Mientras
la remete entre el pantalón y su cuerpo, me mira tumbada en la cama y sonríe
pretenciosamente al tiempo que pregunta:
— ¿Te ha
gustado?
Dejo de
mirar hacia el techo y respondo con una sonrisa cansada.
— Si, muy
bien.
— ¡Es que
soy un tío! ¡Pocos hombres encontrarás como yo!
Se despide, diciéndome
que tiene que marcharse puesto que le reclaman en la oficina, pero es mentira,
ha quedado con su esposa para ir a comprar la guitarra de Josito, el hijo
mayor, ya que mañana es su cumpleaños.
Me quedo
tumbada en la cama, seria, triste y desazonada. No me he enterado de nada, solo
la excitación que yo misma me he provocado al pensar que seria una tarde de
sexo y placer continuado. Pero una vez más me he quedado mirando el techo
mientras el gilipollas de turno ha desahogado la fogosidad de su sexo en mi
interior.
Me levanto
cansada, agotada y temblando aún por no haber obtenido el tan deseado orgasmo
que supone calmaría mi sempiterna inquietud. Me miro en el espejo del cuarto de
baño y trato de comprender el por qué de mis ojeras y el por qué de mis
incipientes arrugas.
“Soy Elena, mujer por los cuatro costados, edad 40
años, soltera y sin compromiso alguno. En el transcurso de mi vida me he
acostado con 20 hombres y ninguno de ellos me ha proporcionado la oportunidad
de obtener un solo orgasmo”
“Soy Elena, soñadora, dulce, romántica, inteligente. Leal
en mis relaciones, amiga de mis amigos, simpática y agraciada con un cuerpo escultural
y una cara deliciosa”
“Soy Elena y nunca he disfrutado del sexo ni jamás he
obtenido un orgasmo”
Termino de
ducharme y envuelta en la toalla me dirijo al dormitorio y me acuesto en la
cama. Me he quitado la toalla y me he dejado caer boca abajo, con los brazos
extendidos y mis esculturales piernas entreabiertas, con la derecha en un
ligero doblez que embellece aún más mi figura.
Pienso en el
intenso deseo que tengo de culminar en algún momento algo que mi mente acaricia
constantemente. Ese momento de explosión que hace hincharse las venas de tu
cuello, que impide tu respiración ya que la corta y que hace que tu corazón
palpite en unas revoluciones que te dejen agotada. No me importaría ser violada
por cuatro o cinco hombres si con ello pudiera obtener un solo orgasmo. Me
entregaría gustosa a ello.
Levanto un
poco la cabeza puesto que he escuchado como se abre la puerta de la habitación,
pero no me muevo ni abro los ojos. Pienso en mí deseo pertinaz de disfrutar del
sexo y no quiero alarmar a la sombra que mis ojos entrevén.
Percibo unos
pasos acercándose y me hago la dormida. Noto como mis pechos se enervan ante el
dolor de los pezones en contacto con la frialdad de las sábanas.
Un cuerpo se
sienta a mi lado y noto el contacto de un dedo rozando mi espalda. Sigo con los
ojos cerrados, no quiero perderme nada.
El dedo hace
un recorrido lento desde la nuca hasta el final de mi espalda, donde comienza a
recorrer la unión de los glúteos, continuando a la entrepierna. El recorrido es
pausado y noto como mi centro neurálgico del placer se abre en un esplendoroso
recibimiento, pero no llega, tarda, se para, se entretiene en la arrugas
finales, juguetea y vuelve a subir, retrocede…
Tengo la
boca cerrada, no quiero demostrar aún el efecto que me produce la presencia de
la sombra. Noto como ahora son los dedos de la mano los que acarician con solo
las yemas en círculos concéntricos rozando mis glúteos. Me doy cuenta que me
enerva mucho más el roce de esos dedos que la palma de una mano apretando mi
culo.
La sombra se
tumba a mi lado y noto la piel de una pierna sobre la mía doblada. El contacto
es cálido y muy agradable, acogedor.
Ahora los
dedos recorren mi cadera intentando penetrar entre la sábana y mi cuerpo para llegar
al sexo; pero no, se paran en mi bajo vientre y juegan a estirarse hacia mi
ombligo y mi obsesión. Estoy deseando que llegue a ella; está esplendorosa, jugosa y ansiosa
por recibir el contacto. Sigo sin moverme, no quiero romper la magia de ese momento.
Los dedos
avanzan en una carrera decidida desde el ombligo y no puedo impedir que mi boca
se entreabra y mi respiración se colapse. Pero nuevamente se burlan de mí y
escapan por un lateral recorriendo la ingle y llegando hasta el inicio del
muslo, al cual acarician casi en desesperación.
Estoy
jadeando en levedad ¡Todavía quiero disimular! Noto el calor de su antebrazo en
mi sexo, quieto, inamovible y ardiente. Se mueve, retrocede y percibo su roce
sobre mi obsesión mientras los dedos siguen jugueteando con la piel ¡No puedo
más! Me siento desesperada por la tardanza en llegar y nunca había deseado con
tanta intensidad que alguien llegara hasta mi esplendor ¡Estoy a punto de
gritar…!
Tengo la
boca abierta completamente, ya no me importa nada; lo único que deseo es que
esos dedos lleguen hasta mí.
Ha cambiado
de postura y se encuentra encima de mí, pero sin rozarme, solo noto el suave
contacto de su miembro sobre mi cuerpo y una mano que se posiciona en el centro
de mis glúteos y avanza hacia esa curva tormentosa de rayos y centellas
buscando su unión con la otra mano.
Llegan al mismo
tiempo, una a mi sensación más intensa y al final de la curva la otra, a mi
profundidad más cavernosa. Tengo mi lengua fuera de la boca y no se por qué. Mi
mente no puede razonar y mi único deseo es ser penetrada, poseída, devorada.
Noto como mi
sexo es masajeado por ambas partes con una suave firmeza que me transporta a la
locura. Tengo las piernas abiertas en una completa entrega al placer y antes de
que pueda tan siquiera imaginarlo todo explota en mi cuerpo. Mi cabeza se
conmociona, mi estómago recibe un tsunami de placer que llega desde mi sexo
hasta la garganta y recorre mi cuerpo entero hasta la punta de los pies.
--¡Aaahhh…!
¡Aaahhh…! ¡Aaaaaaaaahhhhhh…!
He curvado
mi cuerpo buscando rescoldos de placer, mientras nuevos escalofríos recorren mi
espalda al sentir mi nuca mordida casi salvajemente por su boca. Me ha poseído,
soy suya y quiero serlo. No me importaría que me comiera entera.
Me siento
agotada, pero sus manos continúan en la misma posición. No abandonan la presa.
Instantes después mi cabeza vuelve a la locura del placer y noto la presión que
sus dedos ejercen sobre mí, inamovibles. Muevo mis caderas y jadeo en un
intento de hacerle comprender que necesito más. Pero es inútil, se ha parado,
solo impone su presencia y su contacto y me obliga a moverme más deprisa para
obtener un nuevo orgasmo que llega casi al instante, después de un nuevo avance
de sus manos en mi esplendor.
Es más
profundo que el primero. Me llega mas hondo y dura más tiempo, casi en una
demora insoportable y sus reflejos son enormes comparados con los primeros. Mis
convulsiones acompañan los latidos de mi placer en un ritmo trepidante al
principio y lento pero inflexible en su continuación. Mis sienes estallan en
continuas palpitaciones, acompañando a mi corazón que quiere salirse de su
espacio vital. Mi cuerpo tiembla y se retuerce en espasmos incontrolados que
incluso me parecen exagerados.
Me da la
vuelta y boca arriba veo su rostro; un hombre normal, ni feo ni guapo, ni
fuerte ni débil, pero veo en su mirada un enorme deseo de posesión. Roza mis
labios con los suyos y calma mi inquietud con susurros incandescentes de
palabras plenas de deseo infernal.
Me mira,
recorre mi cuerpo entero con sus ojos y me roza con su mano y vuelve a mirarme.
Se introduce en mi boca con su boca y le correspondo con pasión, abrazada a él
y ofreciéndonos nuestras lenguas en continuos embates de posesión.
Su mirada me
aturde y me siento más deseada que nunca…
Hemos pasado
el resto del día y la noche agradándonos continuamente, sin parar, solo lo
imprescindible para saciar otras apetencias.
Su entrega y
sus mimos hacia mis deseos han enloquecido mi mente en varios momentos. He
saciado mis eternas angustias no sé las veces, puesto que en la quinta o sexta
he perdido la cuenta.
Pero ahora
he comprendido como se desprende el techo de la habitación, he visto
aterrorizada como las paredes retemblaban conmovidas por un devastador
terremoto y he visionado una esfera celeste en mi mente, inundada de estrellas,
que han girado sobre mi cabeza en multitud de ocasiones.
Y he
comprendido por qué jamás había obtenido un orgasmo.
Simplemente,
porque nunca supe elegir la mirada de un hombre que, plena de amor y deseo, me
quisiera poseer.
He decidido
que a partir de hoy seré más selectiva, observaré mejor las formas y maneras de
los hombres que se acerquen a mí. Dejaré mis gustos aparcados en algún lugar y
solo me someteré a la mirada noble, recta y apasionada de aquél que sea su
dueño. Estoy segura de que en el futuro mis orgasmos serán múltiples.
Aunque no
sé, creo que si ese hombre misterioso y audaz vuelve a mí, me lanzaré a sus
brazos y me entregaré toda entera a sus juegos de pasión y desenfreno.
Solo sé que
se llama José y que es electricista…
Dórigo Alegezzo
Nota: Todos
los derechos de autor, debidamente protegidos en El Registro de la Propiedad Intelectual
de Madrid.
Código: 1207242015055
Fecha 24-jul-2012 6:22 UTC
Fecha 24-jul-2012 6:22 UTC