jueves, 18 de enero de 2018

La imagen puede contener: 1 persona, sonriendo, noche y exterior

Y esto hay que extrapolarlo a la generalidad, a la enorme generalidad que nos aturde y confunde. No nos podemos abandonar a ese rincón amistoso-musical.
Hay que insistir en la educación. Debemos luchar por quitarnos de encima una educación cuyos principios prusianos nos emboban hasta dejarnos en una absoluta idiotez, en una ignorancia total y la enorme confusión de trastocar continuamente la comprensión de las cosas. Libertad contra libertinaje; democracia contra “hacer cada uno lo que le dé la gana”; respeto contra “a ver hasta dónde me dejan llegar”, pisoteando el terreno ajeno hasta que encuentres la horma de tu zapato.
Y así estamos. Individualizados, egoístas, ambiciosos, con el “yo” en la cabeza y la envidia por bandera.
Sabemos que luchar contra corriente es significativo de perder. Por eso tenemos que acudir al nacimiento del río, para purificarle desde su inicio. Para que la educación mane desde el manantial y el respeto se asiente en sus ensenadas.
Hasta entonces no llegará el diálogo.[dag1] 


 [dag1]Puesto en Face el 18.9.2017







 [dag1]Puesto en Face el 18.9.2017



La cultura, al igual que la sabiduría, es infinita.
La frase “Un pueblo ignorante siempre elegirá un gobierno corrupto” es una alegoría referente a la diferencia existente entre la ingenua voluntad de un pueblo y la manipulación de la política. No se refiere a que el pueblo sea ignorante porque ignorantes somos todos, absolutamente todos. Por mucha cultura, sabiduría e inteligencia que mantengamos, moriremos en la mayor ignorancia ya que nunca llegaremos a su claridad final. Detrás de cada respuesta obtenida, existen otras mil interrogantes de la continuación.
Ocurre que “las ciencias adelantan que es una barbaridad”, y todos nos hemos vuelto muy suspicaces con la expresión de otros, que intentan explicar algo que les conmueve y trastorna. Pero “no hay palabra mal dicha sino mal interpretada”, y aquí sí que tenemos que ser cuidadosos, respetuosos y expertos analistas de lo escuchado, no de lo oído, porque oír, oyen los animales, escuchar es un deber y un derecho del ser humano.
No debemos caer en la trampa manipuladora de la política, donde se promociona la individualidad con absurdos ejemplos diarios en los establecimientos públicos donde se ubican. No debemos imitar su “bronca diaria” ni sus malos modos y gestos, tenemos que pasar por encima de comportamientos abruptos y unirnos en el diálogo de la unión, el respeto y la esperanza.

Debemos ser más “inteligentes” y mucho más “cultos” que ellos.
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Toda canción recordada tiene su motivación porque si no, se convierte en el gusto muy particular de cada uno.
Esta hermosa canción, tiene su magia en una historia real que más parece un cuento:
Caminaba por el lindero del bosque que conformaba el final de la playa. La noche, calurosa y apresurada, silenciosa y enigmática, concedía la libertad de la sombra que todo lo tapa. Escuché un susurro, un desgarro y un llanto ahogado que se estrelló contra mis tímpanos.
—¿Hay alguien ahí? —pregunté.
—¿Eres tú, marinero? —indagó una voz de mujer.
—No soy marinero, pero sé escuchar —respondí.
—¿Puedes escuchar la voz del amor? ¿de la angustia? ¿de la espera desesperada porque sabes que no regresará?
—Puedo comprender las cosas si conozco su misterio —dije bajando la voz.
—¿Cómo te llamas? —pregunté a continuación.
—Scarlett, pero no te acerques. Tengo miedo —respondió al tiempo que dejaba ver su silueta saliendo detrás de un árbol.
—Hola, Scarlett, quédate tranquila porque no me acercaré, pero me gustaría escuchar la historia que te hace llorar.
—Se llamaba Emanuel. Nos conocimos en el tablao flamenco donde ejercito mi profesión ya que soy bailarina. Nos enamoramos desde el primer instante y vivimos unos momentos maravillosos durante los seis meses que tardó en desaparecer. Era teniente de fragata de la marina alemana y la semana pasada, en unos ejercicios de guerra, su barco se hundió junto a toda su tripulación.
Es duro escuchar historias que transcienden las posibilidades del ser humano. Te encuentras indefenso ante la injusticia cometida. Esa noche terminamos sentados en la playa, bebiendo una cerveza y contándonos nuestras aventuras pasadas. Ahí me enteré de que era la canción preferida por ambos, la que les contagió de amor, la canción que nunca podrá olvidar por muchos años que pasen. También me contagió a mí, por eso la expongo


Sophie, tiene doce años y regresa a casa en el autobús escolar, después de cumplir con los exámenes trimestrales. Su madre, espera en la parada como habitualmente hace cuando, de repente, escucha una explosión y observa aterrorizada cómo el autobús revienta desde su interior. Cae al suelo semi desmayada y comienza a arrastrarse por el asfalto hacia el autobús calcinado. Llora desesperadamente y tiene una sensación de terror en su estómago. Presiente lo peor…
Sabe que ninguna vez volverán esas miradas cómplices en las que se hablaban de lo mucho que se querían. Que Sophie jamás obtendrá el título de arquitectura que tanto deseaba y que nunca podrá conocer a sus hijos.
Piensa que mañana saldrán en los noticieros y que todas las cadenas de televisión emitirán durante varios días los pormenores del atentado. Que sus rostros y sus nombres aparecerán en las portadas de todo el mundo. Que los funerales serán visionados por cientos de miles de espectadores atónitos. Después… sólo quedará el vacío.
Es la consecuencia de un acto terrorista.
¡Sophie! ¿Cuál es tu pecado? ¿Y el mío?

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Te colocas debajo de las bombas que caen sobre una ciudad, un pueblo o un “poblacho” musulmán y te conviertes en ese padre o madre que ve cómo se derrumba un muro de tu precaria vivienda y aplasta a Haifa, tu hija de 7 años. Sales con ella a la calle, en tus brazos, rota, desgajada y con los ojos abiertos, como una muñeca de trapo. Y gritas y maldices y vas corriendo detrás de los aviones pidiendo explicaciones en alaridos que traspasan los sentidos. Te vuelves loco. Ya no hay ilusiones. Haifa, no podrá estudiar la música ni la danza que tanto anhelaba; no conocerá el amor y también le han arrebatado su descendencia. Tú, tampoco serás abuelo, ni podrás reír jamás en tu vida, porque te han robado lo que más querías.
De Haifa no se sabrá nada, porque los noticieros solo darán una breve reseña en los telediarios y pasarán a otra historia. Mientras, los terroristas uniformados, con licencia internacional para matar, bien alimentados, con excelentes salarios al final de cada mes y sus familias a salvo, siguen su sendero de muerte y destrucción, dejando regueros de vacío, de la nada…
Sólo es un daño colateral… sólo eso…
¡Haifa…! ¿Cuál es tu pecado…? ¿Y el mío?

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¡Donald Trump ha vendido 400 mil millones de dólares americanos a Arabia Saudí…!
 ¿No existe un organismo internacional que impida estas transacciones?
Ahora, vamos a ver cuántos muertos nos cuesta esto.[dag1] 


 [dag1]Puesto en Face el 25.5.2017




No sé si lo estoy haciendo bien. Llevo seis años escribiendo y mi intención desde el principio ha sido hacerlo con pseudónimo y sin imagen de mi persona. Una manía basada en la prepotencia de saberme muy conocido por mi profesión y la cantidad de actividades desarrolladas durante la vida. Pasar de los números a las letras no es tan fácil y sentí algo de vergüenza al darme cuenta de la frialdad de los primeros y la calidez de las segundas.
¡Cómo vas a cantarle a la vida después de haber manejado fríamente algunas de sus bases! ¡Qué van a decir los compañeros y amigos de fatigas!
En fin, estupideces del que se creía sabedor de todo y, de repente, se encuentra ante una puerta nueva.
En varias ocasiones, algunas amistades, me instaban a mostrarme, pero siempre me escapaba alegando que la imagen no es importante porque creo que el avatar representa el estado emocional, nunca la realidad de cada uno.
Hasta hoy, día en el que mi amor, como en numerosas ocasiones, me abre otra ventana de la vida y la ilumina con su elegancia, candidez, humor, ironía y cachondeo, diciéndome: ¡No seas mariquita, si no tienes nada que ocultar, muéstrate de una puta vez!
Compartimos la vida utilizando la democracia en su estado más puro. Todo lo hacemos a medias, ella me dice lo que tengo que hacer y yo… lo hago.

Sirva este texto como declaración jurada (para la tranquilidad de varias amigas a las que adoro), afirmando que el tipo de la foto, soy yo.