Toda
canción recordada tiene su motivación porque si no, se convierte en el gusto
muy particular de cada uno.
Esta
hermosa canción, tiene su magia en una historia real que más parece un cuento:
Caminaba
por el lindero del bosque que conformaba el final de la playa. La noche,
calurosa y apresurada, silenciosa y enigmática, concedía la libertad de la
sombra que todo lo tapa. Escuché un susurro, un desgarro y un llanto ahogado
que se estrelló contra mis tímpanos.
—¿Hay
alguien ahí? —pregunté.
—¿Eres
tú, marinero? —indagó una voz de mujer.
—No
soy marinero, pero sé escuchar —respondí.
—¿Puedes
escuchar la voz del amor? ¿de la angustia? ¿de la espera desesperada porque
sabes que no regresará?
—Puedo
comprender las cosas si conozco su misterio —dije bajando la voz.
—¿Cómo
te llamas? —pregunté a continuación.
—Scarlett,
pero no te acerques. Tengo miedo —respondió al tiempo que dejaba ver su silueta
saliendo detrás de un árbol.
—Hola,
Scarlett, quédate tranquila porque no me acercaré, pero me gustaría escuchar la
historia que te hace llorar.
—Se
llamaba Emanuel. Nos conocimos en el tablao flamenco donde ejercito mi
profesión ya que soy bailarina. Nos enamoramos desde el primer instante y
vivimos unos momentos maravillosos durante los seis meses que tardó en
desaparecer. Era teniente de fragata de la marina alemana y la semana pasada,
en unos ejercicios de guerra, su barco se hundió junto a toda su tripulación.
Es duro escuchar historias que transcienden las
posibilidades del ser humano. Te encuentras indefenso ante la injusticia
cometida. Esa noche terminamos sentados en la playa, bebiendo una cerveza y
contándonos nuestras aventuras pasadas. Ahí me enteré de que era la canción
preferida por ambos, la que les contagió de amor, la canción que nunca podrá
olvidar por muchos años que pasen. También me contagió a mí, por eso la expongo
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