jueves, 18 de enero de 2018




No sé si lo estoy haciendo bien. Llevo seis años escribiendo y mi intención desde el principio ha sido hacerlo con pseudónimo y sin imagen de mi persona. Una manía basada en la prepotencia de saberme muy conocido por mi profesión y la cantidad de actividades desarrolladas durante la vida. Pasar de los números a las letras no es tan fácil y sentí algo de vergüenza al darme cuenta de la frialdad de los primeros y la calidez de las segundas.
¡Cómo vas a cantarle a la vida después de haber manejado fríamente algunas de sus bases! ¡Qué van a decir los compañeros y amigos de fatigas!
En fin, estupideces del que se creía sabedor de todo y, de repente, se encuentra ante una puerta nueva.
En varias ocasiones, algunas amistades, me instaban a mostrarme, pero siempre me escapaba alegando que la imagen no es importante porque creo que el avatar representa el estado emocional, nunca la realidad de cada uno.
Hasta hoy, día en el que mi amor, como en numerosas ocasiones, me abre otra ventana de la vida y la ilumina con su elegancia, candidez, humor, ironía y cachondeo, diciéndome: ¡No seas mariquita, si no tienes nada que ocultar, muéstrate de una puta vez!
Compartimos la vida utilizando la democracia en su estado más puro. Todo lo hacemos a medias, ella me dice lo que tengo que hacer y yo… lo hago.

Sirva este texto como declaración jurada (para la tranquilidad de varias amigas a las que adoro), afirmando que el tipo de la foto, soy yo.

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