No sé si lo estoy haciendo
bien. Llevo seis años escribiendo y mi intención desde el principio ha sido
hacerlo con pseudónimo y sin imagen de mi persona. Una manía basada en la
prepotencia de saberme muy conocido por mi profesión y la cantidad de
actividades desarrolladas durante la vida. Pasar de los números a las letras no
es tan fácil y sentí algo de vergüenza al darme cuenta de la frialdad de los
primeros y la calidez de las segundas.
¡Cómo vas a cantarle a la vida
después de haber manejado fríamente algunas de sus bases! ¡Qué van a decir los
compañeros y amigos de fatigas!
En fin, estupideces del que se
creía sabedor de todo y, de repente, se encuentra ante una puerta nueva.
En varias ocasiones, algunas
amistades, me instaban a mostrarme, pero siempre me escapaba alegando que la
imagen no es importante porque creo que el avatar representa el estado
emocional, nunca la realidad de cada uno.
Hasta hoy, día en el que mi
amor, como en numerosas ocasiones, me abre otra ventana de la vida y la ilumina
con su elegancia, candidez, humor, ironía y cachondeo, diciéndome: ¡No seas
mariquita, si no tienes nada que ocultar, muéstrate de una puta vez!
Compartimos la vida utilizando
la democracia en su estado más puro. Todo lo hacemos a medias, ella me dice lo
que tengo que hacer y yo… lo hago.
Sirva este texto como
declaración jurada (para la tranquilidad de varias amigas a las que adoro),
afirmando que el tipo de la foto, soy yo.
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