Y esto hay que extrapolarlo a la generalidad, a la
enorme generalidad que nos aturde y confunde. No nos podemos abandonar a ese
rincón amistoso-musical.
Hay que insistir en la educación. Debemos luchar por
quitarnos de encima una educación cuyos principios prusianos nos emboban hasta
dejarnos en una absoluta idiotez, en una ignorancia total y la enorme confusión
de trastocar continuamente la comprensión de las cosas. Libertad contra
libertinaje; democracia contra “hacer cada uno lo que le dé la gana”; respeto
contra “a ver hasta dónde me dejan llegar”, pisoteando el terreno ajeno hasta
que encuentres la horma de tu zapato.
Y así estamos. Individualizados, egoístas, ambiciosos,
con el “yo” en la cabeza y la envidia por bandera.
Sabemos que luchar contra corriente es significativo
de perder. Por eso tenemos que acudir al nacimiento del río, para purificarle
desde su inicio. Para que la educación mane desde el manantial y el respeto se
asiente en sus ensenadas.
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