viernes, 20 de noviembre de 2015

El amor... ¿Dónde está...?



El Amor ¿Dónde está?


El amor no habita en ningún lugar,
ni país, ni continente.
Tampoco en el mar ni el aire.
El amor lo llevamos con nosotros
como si fuese un zurrón pegado al corazón.
Y lo expandimos allí donde hace falta,
incluso donde le apetece.
Lo compartimos con otro que venga a saludarnos,
a mirarnos fijamente
para decirnos si deseamos conjugar ambos en uno solo.
Tengo una amiga que cada vez que mete la mano en su corazón,
la saca llena de amor.
Amor por el día, por las nubes que la retraen,
por sus hijos, por las flores, por su amor,
por el viento que le acobarda.
Por el sueño que la transporta,
por ese niño que llora,
por el retrato que tiene sobre la mesilla,
por su juventud pasada.
Amor por la noche, por los recuerdos,
por su niñez, por el aroma de la primavera
y por el que sus sentidos perciben en el otoño.
Amor por el columpio en el jardín,
por el fuego de una chimenea,
por ese viernes y trece
o aquel domingo frustrado.
Por ese gesto doliente,
por el rizo enmarañado,
por el vestido dañado
o aquel muchacho insolente.
Por la fiesta de disfraces,
la noche del carnaval,
o ese viento que decrece
cada vez que mira el mar.
Amor por los amigos,
por aquella bicicleta
o aquel patín tan herido
que se quedó en la cuneta.
Amor por absurda herida
que llorando la dejó,
sentada en fugaz orilla
a la vera de una flor.
Fue tan grande su dolor
que la flor no germinó
y agotada se durmió
soñando con el amor…


El amor es etéreo, está en nosotros y los vertemos sobre aquellos que lo reclaman para si.


Dórigo Alegezzo
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Código de registro: 1511195824238
Fecha de registro:19-nov-2015 22:59 UTC

miércoles, 18 de noviembre de 2015

El final del camino



El final del camino



Los tiempos cambian, siempre para mejorar, porque aunque el alma esté rota, el final del camino anuncia el esplendor...
Porque la humanidad se renueva cada final del ciclo y cumple su objetivo primordial: La supervivencia...
Es un sacrificio ordenado por la creación y ocurre en todos los tiempos y en cada especie...
No son los hombres, ni tampoco ningún dios, es la evolución misma la que a través de elementos sociales, selecciona  actitudes, cultura, política y religión, alimentando de ésta manera el crecimiento de la humanidad. Si nos despojamos de afectos que nos vinculen a esas actitudes, podremos elevarnos sobre cualquiera de sus significados y ver con claridad que nada nos perturba en realidad, que todo es un conjunto homogéneo en una maquinaria demoledora que avanza por si sola, sin que el humano pueda interferir. Somos simples intervinientes ajenos a la voluntad del movimiento global humano.
La Épica de Gilgamesh en busca de la inmortalidad, nos indica que hace muchos ciclos el hombre ya pensaba en hallar la vida eterna, aunque la moraleja no consiste en hacerlo a nivel individual, sino como conjunto global de la humanidad. Según la teoría “Homótica” de Dórigo Alegezzo, en realidad somos, al igual que los genes o los memes, acumuladores del conocimiento humano, ya que nuestra capacidad craneal y temporal no nos permite hacerlo a nivel individual, convirtiéndonos por ello en receptores-transmisores de la sabiduría humana.
En 1923 el genetista británico Haldane avanzó las ideas fundamentales del “Transhumanismo”, teoría que ralentiza las frustraciones miserables del ser humano y las transciende a conceptos superiores de inteligencia para elevarnos a niveles como la “Transhumanidad” o su continuación la “Posthumanidad”.
La visceralidad se apaga y se extingue el odio porque todos sufrimos, en ambos bandos, donde las lágrimas y el dolor inundan los núcleos familiares ajenos a la vorágine destructiva, en viva representación de las frustraciones miserables de la humanidad.
Después, solo queda la hermandad que cada uno de nosotros quiera disfrutar, la comprensión que deseemos aportar al movimiento global y la resignación individual que nos acompañe —y así lo hacemos—, desde el primer día de nuestra gestación.
Que la inmortalidad bendiga a la raza humana.
  


Dórigo Alegezzo
Nota: Todos los derechos de autor, debidamente protegidos en El Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.



Código de registro: 1511185813730
Fecha de registro:18-nov-2015 13:54 UTC

viernes, 13 de noviembre de 2015

Arde París

Arde París


Esto no tiene nada que ver con la obra “Arde París”  de Larry Collins y Dominique Lapierre, aunque he tomado el título prestado. La fotografía es de Internet.

Se rompe el alma y los conceptos de sociedad se rompen en mil pedazos. Muertos…, muertos y más muertos, con un desprecio absoluto de la existencia humana. Inermes ante la furia devastadora del mismo humano que intenta la supremacía a base de cadáveres.
Son tantos los problemas, que anulan posibles soluciones, aunque en realidad con una sola decisión sería suficiente para abortar la barbarie. Pero los intereses económicos impiden la solución.
Y ya lo tenemos aquí, a la puerta de nuestra casa, del colegio de nuestros hijos, del parque o de la cena del sábado por la noche con nuestros amigos.
¿Qué nos queda…? ¿Desenfundar nuestras pistolas y defender la vida…? ¿O morir como imbéciles mientras los responsables se esconden en lugares seguros, protegidos por las fuerzas de seguridad del estado…?
No sé como será la continuación de todo esto, pero a la vista de lo que veo, estamos en el comienzo del final de la humanidad tal y como lo tenemos planteado. Después continuaremos, pero seremos bastantes menos y estaremos asustados por lo ocurrido. Nos dominará una dictadura y volveremos a empezar de nuevo.
Lo lamento por las generaciones venideras.


Dórigo Alegezzo.



martes, 10 de noviembre de 2015

Desde mi pequeño espacio



Desde mi pequeño espacio



Escucho su llegada y me alegro de ello, ya que llevo toda la mañana solo y aunque la percepción que tengo de las cosas es distinta —puesto que mi mente se ha habituado al espacio—, aún me doy cuenta que la soledad no es tan buena como dicen. Quizá me encuentre bien durante un rato, pero después necesito que alguien me escuche, que alguien halague mis palabras, aunque sean etéreas y no consigan ser interpretadas por quienes las perciban.

Oigo como discuten entre ellos. El problema se suscita por la necesidad de la hija mediana, Deseada. Tiene 16 años y exige algo más de libertad en su vida. Hasta ahora se ha conformado con sus salidas habituales de niña-pija, pero ya quiere demostrar sus habilidades como mujer-pija. Desganado, es el mayor —y haciendo referencia al libro “Los Curas Comunistas”—, es el mayor sinvergüenza de la familia, respetando a sus padres por supuesto. El hermano pequeño de tan solo diez años,  es insignificante para ser nombrado aquí.

La secretaría particular de D. Patético, el padre, llama por teléfono y una vez más escucho cosas que atolondran mi pequeño cerebro. Son amantes desde el principio —ya hace cinco años— y el aborto exigido por él, hace que se derrame en lágrimas.

La ventana está abierta y Agresiva, la vecina de enfrente, está asomada a la suya. A Patético se le pone de punta cada vez que la ve y corre hacia ella para charlar un rato. Es una charla grosera y soez, llena de envites, que preveo se conviertan en órdagos en cualquier momento.

Santificada, la madre, está liada con el dueño de una tienda de ropa quince años menor que ella. Claro, es que con los años que tiene cualquiera puede ser “menor que ella”

Me han situado en la esquina del hermoso salón de la vivienda. Su techo, de una altura cercana a los cinco metros, es mi anhelo más deseado y sus cincuenta metros de espaciosa habitabilidad se han convertido en el sueño de mi vida. En este salón he visto las escenas más obscenas, angustiosas, deplorables, míseras, indignas e indignantes que unos ojos cualquiera pudieran observar.

Pero la más desagradable de todas ellas, fue la que protagonizaron Patético y su madre Magnánima. En ella se reflejó el preámbulo de una de las peores desgracias que un ser humano pueda vivir en sus últimos momentos. Patético, enviaba a su madre a una residencia de ancianos, argumentando para ello las múltiples tareas que agobiaban su vida.

Esta señora me hacía compañía, escuchaba mi canto diario y contestaba a mis palabras con amor y cariño. Era la encargada de darme de comer y beber y siempre pasábamos buenos ratos juntos.

A partir de su marcha es Deseada la que se encarga de esas tareas. Pero no lo hace igual, incluso golpea mi cabeza alguna que otra vez con su dedo índice, como queriendo castigar mi deseo de comer y beber. Y por supuesto las palabras que me dirige no son para ser respondidas.

Pero como es gilipollas, siempre se deja la puerta abierta y yo aprovecho la oportunidad para escaparme y revolotear en medio de mis anhelos, alcanzando las cumbres más altas de ellos. Después regreso y vuelvo a mi lugar, ya que si me descubren, terminarán cazándome y dándome la merecida muerte que ellos consideren.

Hoy es domingo y se han marchado a la misa acostumbrada, en la que a la salida darán buena muestra de su religiosidad, la purificación de sus almas y la unión indestructible de su amor familiar.

Patético, mirará con la baba resbalándole por la comisura de sus labios a Agresiva y Santificada, gestará un mohín de desesperanza a su amante.

Estoy contento, son dos horas de libertad absoluta, en las que puedo volar y volar y seguir volando de esquina a esquina del salón, posándome donde me place y gritando mi alegría a los cuatro vientos.

Me he subido a lo más alto del techo, en el reborde de la cenefa que lo embellece  y  obtengo así una maravillosa vista del amplio salón.

 Además, desde aquí,  me puedo cagar en quien yo quiera.
       
Me he introducido en la jaula del jilguero y he vivido durante 6 meses en su interior. He hecho bien, ya que he descubierto cosas que antes desconocía de mi familia. Cosas que además de erizarme el cabello, me han enseñado la realidad de la vida.

Soy Ernesto… el hijo menor…



Dórigo Alegezzo
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Donde se percibe la penuria del ser humano...

Código: 1302064552440
        Fecha 06-feb-2013 17:14 UTC

martes, 3 de noviembre de 2015

Amantes



Hoy estoy trabado y desganado y solo me queda el recurso de la palabra escrita en algún verso tonto, que refleje quizá alguna situación rara de esas mías con las que suelo machacar vuestros intelectos…


Amantes


No soy de esos amantes conformistas
que cedan sus favores a cualquiera
me place dar cordura a mis quimeras
a la vera de un amor… como un artista…

Perfilando nuestro ardor desenfrenado
a caballo entre mi pecho y tu cadera
dibujando un corazón enamorado
en el centro palpitante de tu hoguera…

Y te pienso sencilla en tus maneras
agradable en el trato que me ofertas
subyugada ante mí, sin darle vueltas
a licencias, ataduras o cadenas…

Palpito tu alma a cada instante
gozando de tu enojo y de mi ausencia
a plena voz… como un cantante
que alardea de glamur y de presencia…

Llorarás la  soledad de mis besos,
alimento fugaz a tus deseos,
retornando a la magia de mis versos
en orquestado  orgasmo de jadeos…

Y seguirás gozando de mi cuerpo
soñando que mi alma se la he cambiado
a un viejo bailarín  desarraigado
emborrachado, drogado y cruento…

Sabedor de que amo a mi manera
me doy tonos del color de la amatista
y emborronando óleos cual artista
prefiero hacer locura en mi quimera…


Dórigo Alegezzo

Nota: Todos los derechos de autor, debidamente protegidos en el Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.


SAFE CREATIVE
Amantes
Código: 1206061763536
Fecha 06-jun-2012 3:11 UTC


martes, 27 de octubre de 2015

Llueve...

Llueve


A borbotones. Con rabia. Sobre la tierra maldita, sobre la humanidad desterrada. Nadie se salva porque los que se creen protegidos tampoco lo están. Es la ola de un tsunami o la cocción de una olla. Estamos dentro de ésta y en la dirección de aquella.
Esta mañana me he calado y no he visto las estrellas ni la luz del Sol. A palo seco tristeza, vacío, prisa por buscar el refugio apetecido que nos libre del agua caída. Pero no es posible, para todos llueve, aunque no igual. Camino por calles asfaltadas mientras muchos lo hacen sobre barro; me refugio bajo un tejado cuando otros lo hacen bajo una lona y otros más bajo el cielo que les cubre.
Me cabreo cuando El Páncreas dice que dejará de criar cerdos porque no los vende bien. Y yo me pregunto que ¿por qué no los regala? Lo mismo pienso de Máximo cuando no quiere recoger la cosecha de cebada, porque le sale más caro que dejarla morir. Que contrate a los parados del pueblo aunque le cueste un poco más y así ayude a mitigar algún dolor. Ambos tienen mucho dinero y se van a morir millonarios. Es la ambición desmedida, aglutinar riqueza para morir enterrado en ella. La mala educación social encabezada por dirigentes irresponsables que ahora salen pidiendo perdón por haber destapado la caja de pandora al invadir Irak y abrir la puerta de los leones islámicos. Algo que ya sabíamos los demás que iba a ocurrir, aunque otros muchos cabecillas decían que no.
Presento mi protesta y escucho una voz amiga diciéndome que existen las estrellas, que el Sol sigue brillando todos los días, que la vida se renueva a cada instante y que no podemos perder la ilusión de emprender algo nuevo cada vez. Pero sigo pensando en aquellos que han sido expulsados de sus casas. Cientos de miles de seres humanos que están en la puerta de Europa ¿La Puerta del Infierno? En aquellos que mueren ahogados buscando la dignidad perdida. En los que lo hacen por hambre o por falta de medicamentos.
No lloro por mí porque me siento afortunado, lo hago por los demás, los faltos de paz y serenidad, los expulsados, los marginados, los sin padre, los sin casa, los que nada tienen.
Escenifico en mi cabeza la angustia por no poder cubrir tu cuerpo y calentarlo, aunque más doloroso es no poder hacerlo con tus hijos.
Regreso a casa desmoralizado con la vana esperanza de que mañana escampará, aunque solo para algunos…

Dios llora y nos empapa con sus lágrimas…




Dórigo Alegezzo
Nota: Todos los derechos de autor, debidamente protegidos en El Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.



Código de registro: 1510275631599
Fecha de registro:27-oct-2015 16:16 UTC

miércoles, 30 de septiembre de 2015



La Posesión



Y se cree que lo ha hecho bien. Se levanta, se pone los pantalones y después la camisa. Mientras la remete entre el pantalón y su cuerpo, me mira tumbada en la cama y sonríe pretenciosamente al tiempo que pregunta:
— ¿Te ha gustado?
Dejo de mirar hacia el techo y respondo con una sonrisa cansada.
— Si, muy bien.
— ¡Es que soy un tío! ¡Pocos hombres encontrarás como yo!
Se despide, diciéndome que tiene que marcharse puesto que le reclaman en la oficina, pero es mentira, ha quedado con su esposa para ir a comprar la guitarra de Josito, el hijo mayor, ya que mañana es su cumpleaños.
Me quedo tumbada en la cama, seria, triste y desazonada. No me he enterado de nada, solo la excitación que yo misma me he provocado al pensar que seria una tarde de sexo y placer continuado. Pero una vez más me he quedado mirando el techo mientras el gilipollas de turno ha desahogado la fogosidad de su sexo en mi interior.
Me levanto cansada, agotada y temblando aún por no haber obtenido el tan deseado orgasmo que supone calmaría mi sempiterna inquietud. Me miro en el espejo del cuarto de baño y trato de comprender el por qué de mis ojeras y el por qué de mis incipientes arrugas.
“Soy Elena, mujer por los cuatro costados, edad 40 años, soltera y sin compromiso alguno. En el transcurso de mi vida me he acostado con 20 hombres y ninguno de ellos me ha proporcionado la oportunidad de obtener un solo orgasmo”
“Soy Elena, soñadora, dulce, romántica, inteligente. Leal en mis relaciones, amiga de mis amigos, simpática y agraciada con un cuerpo escultural y una cara deliciosa”
“Soy Elena y nunca he disfrutado del sexo ni jamás he obtenido un orgasmo”
Termino de ducharme y envuelta en la toalla me dirijo al dormitorio y me acuesto en la cama. Me he quitado la toalla y me he dejado caer boca abajo, con los brazos extendidos y mis esculturales piernas entreabiertas, con la derecha en un ligero doblez que embellece aún más mi figura.
Pienso en el intenso deseo que tengo de culminar en algún momento algo que mi mente acaricia constantemente. Ese momento de explosión que hace hincharse las venas de tu cuello, que impide tu respiración ya que la corta y que hace que tu corazón palpite en unas revoluciones que te dejen agotada. No me importaría ser violada por cuatro o cinco hombres si con ello pudiera obtener un solo orgasmo. Me entregaría gustosa a ello.
Levanto un poco la cabeza puesto que he escuchado como se abre la puerta de la habitación, pero no me muevo ni abro los ojos. Pienso en mí deseo pertinaz de disfrutar del sexo y no quiero alarmar a la sombra que mis ojos entrevén.
Percibo unos pasos acercándose y me hago la dormida. Noto como mis pechos se enervan ante el dolor de los pezones en contacto con la frialdad de las sábanas.
Un cuerpo se sienta a mi lado y noto el contacto de un dedo rozando mi espalda. Sigo con los ojos cerrados, no quiero perderme nada.
El dedo hace un recorrido lento desde la nuca hasta el final de mi espalda, donde comienza a recorrer la unión de los glúteos, continuando a la entrepierna. El recorrido es pausado y noto como mi centro neurálgico del placer se abre en un esplendoroso recibimiento, pero no llega, tarda, se para, se entretiene en la arrugas finales, juguetea y vuelve a subir, retrocede…
Tengo la boca cerrada, no quiero demostrar aún el efecto que me produce la presencia de la sombra. Noto como ahora son los dedos de la mano los que acarician con solo las yemas en círculos concéntricos rozando mis glúteos. Me doy cuenta que me enerva mucho más el roce de esos dedos que la palma de una mano apretando mi culo.
La sombra se tumba a mi lado y noto la piel de una pierna sobre la mía doblada. El contacto es cálido y muy agradable, acogedor.
Ahora los dedos recorren mi cadera intentando penetrar entre la sábana y mi cuerpo para llegar al sexo; pero no, se paran en mi bajo vientre y juegan a estirarse hacia mi ombligo y mi obsesión. Estoy deseando que llegue  a ella; está esplendorosa, jugosa y ansiosa por recibir el contacto. Sigo sin moverme, no quiero romper la magia de ese momento.
Los dedos avanzan en una carrera decidida desde el ombligo y no puedo impedir que mi boca se entreabra y mi respiración se colapse. Pero nuevamente se burlan de mí y escapan por un lateral recorriendo la ingle y llegando hasta el inicio del muslo, al cual acarician casi en desesperación.
Estoy jadeando en levedad ¡Todavía quiero disimular! Noto el calor de su antebrazo en mi sexo, quieto, inamovible y ardiente. Se mueve, retrocede y percibo su roce sobre mi obsesión mientras los dedos siguen jugueteando con la piel ¡No puedo más! Me siento desesperada por la tardanza en llegar y nunca había deseado con tanta intensidad que alguien llegara hasta mi esplendor ¡Estoy a punto de gritar…!
Tengo la boca abierta completamente, ya no me importa nada; lo único que deseo es que esos dedos lleguen hasta mí.
Ha cambiado de postura y se encuentra encima de mí, pero sin rozarme, solo noto el suave contacto de su miembro sobre mi cuerpo y una mano que se posiciona en el centro de mis glúteos y avanza hacia esa curva tormentosa de rayos y centellas buscando su unión con  la otra mano.
Llegan al mismo tiempo, una a mi sensación más intensa y al final de la curva la otra, a mi profundidad más cavernosa. Tengo mi lengua fuera de la boca y no se por qué. Mi mente no puede razonar y mi único deseo es ser penetrada, poseída,  devorada.
Noto como mi sexo es masajeado por ambas partes con una suave firmeza que me transporta a la locura. Tengo las piernas abiertas en una completa entrega al placer y antes de que pueda tan siquiera imaginarlo todo explota en mi cuerpo. Mi cabeza se conmociona, mi estómago recibe un tsunami de placer que llega desde mi sexo hasta la garganta y recorre mi cuerpo entero hasta la punta de los pies.
--¡Aaahhh…! ¡Aaahhh…!  ¡Aaaaaaaaahhhhhh…!
He curvado mi cuerpo buscando rescoldos de placer, mientras nuevos escalofríos recorren mi espalda al sentir mi nuca mordida casi salvajemente por su boca. Me ha poseído, soy suya y quiero serlo. No me importaría que me comiera entera.
Me siento agotada, pero sus manos continúan en la misma posición. No abandonan la presa. Instantes después mi cabeza vuelve a la locura del placer y noto la presión que sus dedos ejercen sobre mí, inamovibles. Muevo mis caderas y jadeo en un intento de hacerle comprender que necesito más. Pero es inútil, se ha parado, solo impone su presencia y su contacto y me obliga a moverme más deprisa para obtener un nuevo orgasmo que llega casi al instante, después de un nuevo avance de sus manos en mi esplendor.
Es más profundo que el primero. Me llega mas hondo y dura más tiempo, casi en una demora insoportable y sus reflejos son enormes comparados con los primeros. Mis convulsiones acompañan los latidos de mi placer en un ritmo trepidante al principio y lento pero inflexible en su continuación. Mis sienes estallan en continuas palpitaciones, acompañando a mi corazón que quiere salirse de su espacio vital. Mi cuerpo tiembla y se retuerce en espasmos incontrolados que incluso me parecen exagerados.
Me da la vuelta y boca arriba veo su rostro; un hombre normal, ni feo ni guapo, ni fuerte ni débil, pero veo en su mirada un enorme deseo de posesión. Roza mis labios con los suyos y calma mi inquietud con susurros incandescentes de palabras plenas de deseo infernal.
Me mira, recorre mi cuerpo entero con sus ojos y me roza con su mano y vuelve a mirarme. Se introduce en mi boca con su boca y le correspondo con pasión, abrazada a él y ofreciéndonos nuestras lenguas en continuos embates de posesión.
Su mirada me aturde y me siento más deseada que nunca…
Hemos pasado el resto del día y la noche agradándonos continuamente, sin parar, solo lo imprescindible para saciar otras apetencias.
Su entrega y sus mimos hacia mis deseos han enloquecido mi mente en varios momentos. He saciado mis eternas angustias no sé las veces, puesto que en la quinta o sexta he perdido la cuenta.
Pero ahora he comprendido como se desprende el techo de la habitación, he visto aterrorizada como las paredes retemblaban conmovidas por un devastador terremoto y he visionado una esfera celeste en mi mente, inundada de estrellas, que han girado sobre mi cabeza en multitud de ocasiones.
Y he comprendido por qué jamás había obtenido un orgasmo.
Simplemente, porque nunca supe elegir la mirada de un hombre que, plena de amor y deseo, me quisiera poseer.
He decidido que a partir de hoy seré más selectiva, observaré mejor las formas y maneras de los hombres que se acerquen a mí. Dejaré mis gustos aparcados en algún lugar y solo me someteré a la mirada noble, recta y apasionada de aquél que sea su dueño. Estoy segura de que en el futuro mis orgasmos serán múltiples.

Aunque no sé, creo que si ese hombre misterioso y audaz vuelve a mí, me lanzaré a sus brazos y me entregaré toda entera a sus juegos de pasión y desenfreno.
Solo sé que se llama José y que es electricista…




Dórigo Alegezzo
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Código: 1207242015055
Fecha 24-jul-2012 6:22 UTC

sábado, 25 de julio de 2015

Medios de transporte...



Medios de transporte



Es un caos que no solamente atora el tiempo de cada uno de nosotros, sino que las mentes se encajonan dentro del embotellamiento, provocándonos la ira y el deseo insatisfecho de tener alas y salir volando.
Y esto me ha ocurrido ayer por la mañana, cuando camino hacia el domicilio de una querida amiga que me invitó a comer y después a lo que fuera, me vi inmerso en uno de esos atascos interminables de larga duración ¡Tuve que soportar tres horas de retenciones para recorrer 20 kilómetros! Juré en hebreo, maldije en cristiano y los botones de la camisa saltaron por si solos aprovechando mis profundas respiraciones.
Pero no todo estaba perdido, ya que en ese tiempo de espera y escenificando los deseos de volar, reflexioné profundamente para resolver uno de los problemas más acuciantes de la civilización ésta de mierda. Comprendí que en el transporte aéreo, individual y autónomo de cada persona, estaba el futuro de los viajes. Calculé a groso modo la posibilidad de inventar un artilugio que dotado de anti-gravedad, pudiese levitar sobre el suelo a una altura suficiente para darle la propulsión necesaria y de ese modo conseguir su desplazamiento.
La continuación era sencilla acoplando en su parte trasera un ventilador — ¿de esos pequeñitos que venden en los chinos? —, pues de esos, considerando que sería suficiente fuerza de empuje para desplazar el artilugio y convertirlo en medio de transporte. Apurado por la urgente necesidad de llegar a mi laboratorio para iniciar los experimentos precisos, comí deprisa con mi amiga, a la que dejé con dos palmos de narices y la boca abierta, ya que no terminaba de creerse que la dejara a medio festín.
Todo el personal de laboratorio —incluido el botones— estuvo pendiente de las explicaciones que magnánimamente repartí entre ellos, aconsejándoles y sugiriéndoles el camino a seguir. Inmediatamente se pusieron a buscar en las tablas de surf que aporté, los protones y neutrones que nos llevarían a la localización de los electrones, para eliminarlos y así dejar sin fuerza gravitatoria a cada una de ellas.
Pero como eran muchos los átomos a desguazar, tomé la decisión de eliminar los que se pudieran y acoplar en su lugar el Anti-Gravitón, conociendo que  la antipartícula del Gravitón es la responsable de la interacción atractiva. El resultado fue espléndido ya que en el anochecer se consiguió la primera “tabla de surf levitante”, manteniéndose a una altura aproximada de 1 metro. Ordené que continuasen las investigaciones durante toda la noche y corrí hacia mi casa, donde sabéis me gusta experimentar por mi cuenta los inventos estos raros míos.
Con la ilusión de un cadete me puse el pijama y las chanclas y colocado la tablita de surf en el centro del salón para iniciar la primera prueba sobre el prototipo. Pasé una pierna por encima de la tablita y con extraordinaria habilidad me monté sobre ella a horcajadas como si de un caballo se tratase. Pero claro, resulta que no habíamos contado con el peso del jinete a la hora de poner el Anti-Gravitón y aunque el prototipo intentó mantener el “tipo” al final se fue al suelo de repente, con tan mala fortuna, que mi cabeza chocó contra una de las esquinas de la mesa bajita esa de mierda del salón, provocándome un intenso mareo y una hemorragia craneal que me obligó a ponerme mercromina y a vendarme la cabeza con una camiseta de verano ya que no tenía  ningún vendaje en el botiquín.
Como solución inmediata, ya que no quise dejar pasar más tiempo de prueba, se me ocurrió que si conseguía compensar mi peso con unos globos inflados con helio, conseguiría levitar y poderme desplazar por la casa gracias al pequeño ventilador de dos velocidades que había comprado en el chino del barrio.
Tenía todos los elementos en casa, ya que dispongo de una bombona de helio —no sé para que— y un montonazo de globos de la última fiesta que hicimos en el Imserso; me puse manos a la obra y en un breve espacio de tiempo conseguí los globos necesarios, calculando matemáticamente que necesitaría diez globos por cada 30 kilos de peso, por lo que el número total de globitos sumó la cantidad de 25. Uní todos los cordelitos que pendían de ellos y los coloqué en mi torso como si de un arnés se tratase, dándome cuenta de la fuerza que tenía que imprimir a mis músculos para que no me elevaran en el aire. Sin embargo, cuando monté sobre la tablita de surf, esa fuerza desapareció gracias al Anti-gravitón.
¡Lo había conseguido…! Me encontraba en medio del salón, montado sobre el prototipo a una altura del suelo de 1 metro, con un montón de globos por encima de mí y dispuesto a probar su propulsión y manejo, gracias al ventilador y el timón de cola que previamente le había insertado. Algo me dolía la cabeza, aunque no sabía si era por el golpe recibido o por la presión de la camiseta que había puesto en mi cabeza y apretado hasta todo y que me tenía los sesos asfixiados y ahogadas las neuronas.
Pero feliz y contento puse en marcha la primera velocidad del ventilador, viendo como gracias a su impulso, la tablita avanzaba decidida hacia la dirección que le marcaba con el timón de cola. Di una vuelta completa al salón e ilusionado con el resultado, decidí dar un recorrido por toda la casa para afianzarme en la realidad del invento. Pero cuando enfilé hacia la puerta de comunicación con el resto de la casa, hube de pasar por el centro del salón sin darme cuenta de que la lámpara de catorce brazos que lo alumbra y comprada por el expreso capricho de mi ex esposa —manda huevos—, tiene unos pinchitos en las bolitas que le adornan y que se incrustaron en los globos flotantes, provocando con ello la salida del gas.
No fue una salida lenta y suave, sino esa salida brusca y enérgica —como cuando inflas un globo a reventar y lo sueltas en el aire para que salga disparado chocando contra todo lo que se le pone por delante—... pues esa. Salí por la puerta del salón, si, pero la camiseta que me había servido de venda para mi cabeza, se quedó incrustada en su cerco junto a un trozo de mi cuero cabelludo y fui rebotando por las paredes del pasillo hasta colarme en la habitación de matrimonio donde perdí la tablita de surf. La continuación no se puede contar, pero como los globitos los tenía fuertemente acoplados a mi torso en forma de arnés, no conseguí quitármelos y tuve que sufrir las consecuencias de esa fuerza de tracción hasta que se desinflaron del todo.
Tengo tres roturas en la pierna derecha, me han colocado el brazo izquierdo en la espalda hasta que suelden los desperfectos de la clavícula. Un collarín adorna mi cuello; la cara parece el mapa del tesoro de Barba-roja y las siete costillas rotas no me dejan respirar. Escayolados los cinco dedos de la mano derecha e insertado el fémur de la pierna izquierda que lo perdí en la cocina. Tantas magulladuras habitaban en mi cuerpo, que los médicos querían vendarme completamente como una momia, a lo que yo, con la energía que me caracteriza, me negué.
Pero estoy satisfecho y muy ilusionado ya que cuando dos días después me encontraron en una esquina del salón, enterrado bajo los restos de los globitos, había respirado la totalidad del gas helio, el cual me facilitó la visión de un mundo casi perfecto, donde el hombre había conseguido eliminar una de las peores taras de la moderna civilización, trasladándose de un lugar a otro montado en tablitas de surf, en vuelos precisos y ajustados a cada necesidad.
Estoy deseando que me retiren la ortodoncia colocada en mi dentadura y la escayola adosada a la mandíbula, para poder hablar y comunicar a los ingenieros las modificaciones que mi mente y mi experiencia han elucubrado para una navegación segura.

Ya os contaré.



PD. Se me olvidaba deciros que en la oreja izquierda no tengo ni una sola magulladura, ni arañazo, ni nada de nada… ¡Estoy feliz…!




Dórigo Alegezzo
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Donde se deja ver la inventiva del hombre...

Código: 1303054716361
Fecha 05-mar-2013 11:56 UTC

lunes, 22 de junio de 2015

Don Din (Emulando a Quevedo y en dura competencia con él)





(Para una amistad que todavía no se ha enterado que la importancia, es algo distinto de lo que alardea tener)


Don Din


Ya que apostado está el don
tras vuestro humilde linaje,
dejad que este atento paje
menoscabe el aldabón.

Y para abrir el portón
con música de violín,
le pondré delante el din
pues me amuerma vuestro don.




Dórigo Alegezzo
Nota: Todos los derechos de autor, debidamente protegidos en El Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.



El ego de cada uno...

Código: 1502153257298
Fecha
 15-feb-2015 16:13 UTC
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martes, 9 de junio de 2015

Amor sin piedad (Amor para siempre)

Amor sin piedad
(Amor para siempre)


— ¿Monchito, tú crees que nuestro amor será para toda la vida?
Las dos caras unidas una a la otra, al cobijo de un almendro y el frescor de la mañana.
—No sé si tengo edad para amarte Chochín, pero mi voluntad está en vivir a tu lado para siempre —respondió Monchito.
—Es ilusionante tener un hombre que te dice que te ama y que suspira por ti —agregó Chochín.
—Seremos felices —continuaba él—, viajaremos y conoceremos juntos la vida en otros lugares, los aires de la primavera en París, los inviernos de La Toscana. Visitaremos países exóticos que tanto te agradan a ti; volaremos a Dubái, Estambul, Cuenca, Hong Kong, New York. Y viviremos donde tú quieras amor mío.
— ¡Uyyyyyyy! ¡Que de lejos me vas a llevar Monchiiiito! —Respondió Chochín emocionada—, pero no sé yo, países tan lejanos, gentes de variado pelaje, comidas ajenas y aires distintos. Me da un poco de miedo amor, tal vez sería mejor asentarnos en un lugar bello y romántico, para disfrutar de nuestra lujuriosa pasión.
—No debes preocuparte Chochín —decía Monchito con la prepotencia del que se sabe conquistador—, satisfaremos nuestro apetito con un Cassoulet en París o una Pizza Primavera en La Toscana; quizá un Shawarma en Dubái o un Sauerbraten en Berlín.
— ¡Ayyyy amor…! —Respondía asustada Chochín—, se me está haciendo la boca Agua de Litines ¡Eres maloooooo! Sabes que muchas de esas comidas ricas no las he probado nuncaaaaaaaa…
—Tranquila mi amor —aseguraba Monchito—, todo ello lo regaremos con un Vignes du Beaujolais con mención de èlevè en fût de chêne o bien con un Brunello di Montalcino con mención de vieilles vignes, dependerá de donde estemos en ese momento.
—Te quiero Monchito —decía Chochín parpadeando repetidamente—eres el hombre de mi vida y no quiero que nos separemos nunca, pase lo que pase. Adoro tu persona, la forma que tienes de expresarte, tu educación y buenas maneras. Siempre estaré a tu lado para lo que desees.
— ¿Puedo pedirte un capricho? —preguntaba Monchito con la ternura puesta en sus ojos y en su voz.
—Que tonto eres —respondía Chochín con su mirada caída por el rubor—, pues claro que puedes ¡si sabes que lo estoy deseandooooo…!
Sus caras se acercaron y sus labios se rozaron hasta culminar el beso que uniera sus almas y sus cuerpos. Un escalofrío taladró sus almas como la flecha de Cupido y la tierra retembló varias veces bajo sus pies. 



— ¡Joodeerrrr… Monchitoooo…! ¡Que ya te he dicho mil veces que no me metas la lengua tan adentro que se te sale la dentadura y casi me la trago…!
La ira de Chochín estaba justificada puesto que la dentadura de Monchito colgaba de su labio inferior, gracias a uno de sus enganches.
—Pero,  amor mío —suplicaba Monchito.
— ¡Ni amor mío, ni ostias! ¡Que ya me tienes hasta las tetas! —Chochín continuaba con su cabreo—, ¡Todos los días! ¡Todos los días la misma historia! ¡El mismo almendro, la misma comida, idénticos lugares! ¡Joder, ya está bien! ¡Cambia el rollo tío! ¡O por lo menos, vamos a buscar otro árbol!
—Pero, amor mío —lloriqueaba Monchito.
— ¡Además, si es que pareces como medio gilipollas! —seguía insistiendo Chochín— ¡donde coño vamos a ir con la pensión de mierda que nos queda después de pagar los medicamentos, la residencia y la comida! ¡Vamos, que no pasamos de Alcázar de San Juan! ¡Y eso si llegamos!
—Pero, amor mío —decía avergonzado Monchito.
— ¡Y ya está bien de amor mío! —Continuaba Chochín con su perorata— ¡que tienes 87 años y la semana que viene te van a hacer un trasplante de córnea y otro de la válvula mistral ¡Podías aprovechar y que te hicieran otro del pene, para no tener que buscarlo cada vez que meas! 
Yo he hablado con el “plástico” para que me suba el culete, pero ha dicho que prefiere bajarme el colesterol… Anda queeeee…

Pero… amor mío…

 

 Dórigo Alegezzo
Nota: Todos los derechos de autor, debidamente protegidos en El Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.


Una historia de amor...

Código: 1411302622682
Fecha 30-nov-2014 4:22 UTC
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