miércoles, 18 de noviembre de 2015

El final del camino



El final del camino



Los tiempos cambian, siempre para mejorar, porque aunque el alma esté rota, el final del camino anuncia el esplendor...
Porque la humanidad se renueva cada final del ciclo y cumple su objetivo primordial: La supervivencia...
Es un sacrificio ordenado por la creación y ocurre en todos los tiempos y en cada especie...
No son los hombres, ni tampoco ningún dios, es la evolución misma la que a través de elementos sociales, selecciona  actitudes, cultura, política y religión, alimentando de ésta manera el crecimiento de la humanidad. Si nos despojamos de afectos que nos vinculen a esas actitudes, podremos elevarnos sobre cualquiera de sus significados y ver con claridad que nada nos perturba en realidad, que todo es un conjunto homogéneo en una maquinaria demoledora que avanza por si sola, sin que el humano pueda interferir. Somos simples intervinientes ajenos a la voluntad del movimiento global humano.
La Épica de Gilgamesh en busca de la inmortalidad, nos indica que hace muchos ciclos el hombre ya pensaba en hallar la vida eterna, aunque la moraleja no consiste en hacerlo a nivel individual, sino como conjunto global de la humanidad. Según la teoría “Homótica” de Dórigo Alegezzo, en realidad somos, al igual que los genes o los memes, acumuladores del conocimiento humano, ya que nuestra capacidad craneal y temporal no nos permite hacerlo a nivel individual, convirtiéndonos por ello en receptores-transmisores de la sabiduría humana.
En 1923 el genetista británico Haldane avanzó las ideas fundamentales del “Transhumanismo”, teoría que ralentiza las frustraciones miserables del ser humano y las transciende a conceptos superiores de inteligencia para elevarnos a niveles como la “Transhumanidad” o su continuación la “Posthumanidad”.
La visceralidad se apaga y se extingue el odio porque todos sufrimos, en ambos bandos, donde las lágrimas y el dolor inundan los núcleos familiares ajenos a la vorágine destructiva, en viva representación de las frustraciones miserables de la humanidad.
Después, solo queda la hermandad que cada uno de nosotros quiera disfrutar, la comprensión que deseemos aportar al movimiento global y la resignación individual que nos acompañe —y así lo hacemos—, desde el primer día de nuestra gestación.
Que la inmortalidad bendiga a la raza humana.
  


Dórigo Alegezzo
Nota: Todos los derechos de autor, debidamente protegidos en El Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.



Código de registro: 1511185813730
Fecha de registro:18-nov-2015 13:54 UTC

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