El final
del camino
Los tiempos cambian, siempre para mejorar, porque
aunque el alma esté rota, el final del camino anuncia el esplendor...
Porque la humanidad se renueva cada final del ciclo y
cumple su objetivo primordial: La supervivencia...
Es un sacrificio ordenado por la creación y ocurre en
todos los tiempos y en cada especie...
No son los hombres, ni tampoco ningún dios, es la
evolución misma la que a través de elementos sociales, selecciona actitudes, cultura, política y religión,
alimentando de ésta manera el crecimiento de la humanidad. Si nos despojamos de
afectos que nos vinculen a esas actitudes, podremos elevarnos sobre cualquiera
de sus significados y ver con claridad que nada nos perturba en realidad, que
todo es un conjunto homogéneo en una maquinaria demoledora que avanza por si
sola, sin que el humano pueda interferir. Somos simples intervinientes ajenos a
la voluntad del movimiento global humano.
La Épica de Gilgamesh en busca de la inmortalidad, nos
indica que hace muchos ciclos el hombre ya pensaba en hallar la vida eterna,
aunque la moraleja no consiste en hacerlo a nivel individual, sino como
conjunto global de la humanidad. Según la teoría “Homótica” de Dórigo Alegezzo,
en realidad somos, al igual que los genes o los memes, acumuladores del
conocimiento humano, ya que nuestra capacidad craneal y temporal no nos permite
hacerlo a nivel individual, convirtiéndonos por ello en receptores-transmisores
de la sabiduría humana.
En 1923 el genetista británico Haldane avanzó las
ideas fundamentales del “Transhumanismo”, teoría que ralentiza las
frustraciones miserables del ser humano y las transciende a conceptos
superiores de inteligencia para elevarnos a niveles como la “Transhumanidad” o
su continuación la “Posthumanidad”.
La visceralidad se apaga y se extingue el odio porque
todos sufrimos, en ambos bandos, donde las lágrimas y el dolor inundan los
núcleos familiares ajenos a la vorágine destructiva, en viva representación de
las frustraciones miserables de la humanidad.
Después, solo queda la hermandad que cada uno de
nosotros quiera disfrutar, la comprensión que deseemos aportar al movimiento
global y la resignación individual que nos acompañe —y así lo hacemos—, desde
el primer día de nuestra gestación.
Que la inmortalidad bendiga a la raza humana.
Dórigo Alegezzo
Nota: Todos los derechos de autor, debidamente
protegidos en El Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.
Código
de registro: 1511185813730
Fecha de registro:18-nov-2015 13:54 UTC
Fecha de registro:18-nov-2015 13:54 UTC
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