sábado, 25 de julio de 2015

Medios de transporte...



Medios de transporte



Es un caos que no solamente atora el tiempo de cada uno de nosotros, sino que las mentes se encajonan dentro del embotellamiento, provocándonos la ira y el deseo insatisfecho de tener alas y salir volando.
Y esto me ha ocurrido ayer por la mañana, cuando camino hacia el domicilio de una querida amiga que me invitó a comer y después a lo que fuera, me vi inmerso en uno de esos atascos interminables de larga duración ¡Tuve que soportar tres horas de retenciones para recorrer 20 kilómetros! Juré en hebreo, maldije en cristiano y los botones de la camisa saltaron por si solos aprovechando mis profundas respiraciones.
Pero no todo estaba perdido, ya que en ese tiempo de espera y escenificando los deseos de volar, reflexioné profundamente para resolver uno de los problemas más acuciantes de la civilización ésta de mierda. Comprendí que en el transporte aéreo, individual y autónomo de cada persona, estaba el futuro de los viajes. Calculé a groso modo la posibilidad de inventar un artilugio que dotado de anti-gravedad, pudiese levitar sobre el suelo a una altura suficiente para darle la propulsión necesaria y de ese modo conseguir su desplazamiento.
La continuación era sencilla acoplando en su parte trasera un ventilador — ¿de esos pequeñitos que venden en los chinos? —, pues de esos, considerando que sería suficiente fuerza de empuje para desplazar el artilugio y convertirlo en medio de transporte. Apurado por la urgente necesidad de llegar a mi laboratorio para iniciar los experimentos precisos, comí deprisa con mi amiga, a la que dejé con dos palmos de narices y la boca abierta, ya que no terminaba de creerse que la dejara a medio festín.
Todo el personal de laboratorio —incluido el botones— estuvo pendiente de las explicaciones que magnánimamente repartí entre ellos, aconsejándoles y sugiriéndoles el camino a seguir. Inmediatamente se pusieron a buscar en las tablas de surf que aporté, los protones y neutrones que nos llevarían a la localización de los electrones, para eliminarlos y así dejar sin fuerza gravitatoria a cada una de ellas.
Pero como eran muchos los átomos a desguazar, tomé la decisión de eliminar los que se pudieran y acoplar en su lugar el Anti-Gravitón, conociendo que  la antipartícula del Gravitón es la responsable de la interacción atractiva. El resultado fue espléndido ya que en el anochecer se consiguió la primera “tabla de surf levitante”, manteniéndose a una altura aproximada de 1 metro. Ordené que continuasen las investigaciones durante toda la noche y corrí hacia mi casa, donde sabéis me gusta experimentar por mi cuenta los inventos estos raros míos.
Con la ilusión de un cadete me puse el pijama y las chanclas y colocado la tablita de surf en el centro del salón para iniciar la primera prueba sobre el prototipo. Pasé una pierna por encima de la tablita y con extraordinaria habilidad me monté sobre ella a horcajadas como si de un caballo se tratase. Pero claro, resulta que no habíamos contado con el peso del jinete a la hora de poner el Anti-Gravitón y aunque el prototipo intentó mantener el “tipo” al final se fue al suelo de repente, con tan mala fortuna, que mi cabeza chocó contra una de las esquinas de la mesa bajita esa de mierda del salón, provocándome un intenso mareo y una hemorragia craneal que me obligó a ponerme mercromina y a vendarme la cabeza con una camiseta de verano ya que no tenía  ningún vendaje en el botiquín.
Como solución inmediata, ya que no quise dejar pasar más tiempo de prueba, se me ocurrió que si conseguía compensar mi peso con unos globos inflados con helio, conseguiría levitar y poderme desplazar por la casa gracias al pequeño ventilador de dos velocidades que había comprado en el chino del barrio.
Tenía todos los elementos en casa, ya que dispongo de una bombona de helio —no sé para que— y un montonazo de globos de la última fiesta que hicimos en el Imserso; me puse manos a la obra y en un breve espacio de tiempo conseguí los globos necesarios, calculando matemáticamente que necesitaría diez globos por cada 30 kilos de peso, por lo que el número total de globitos sumó la cantidad de 25. Uní todos los cordelitos que pendían de ellos y los coloqué en mi torso como si de un arnés se tratase, dándome cuenta de la fuerza que tenía que imprimir a mis músculos para que no me elevaran en el aire. Sin embargo, cuando monté sobre la tablita de surf, esa fuerza desapareció gracias al Anti-gravitón.
¡Lo había conseguido…! Me encontraba en medio del salón, montado sobre el prototipo a una altura del suelo de 1 metro, con un montón de globos por encima de mí y dispuesto a probar su propulsión y manejo, gracias al ventilador y el timón de cola que previamente le había insertado. Algo me dolía la cabeza, aunque no sabía si era por el golpe recibido o por la presión de la camiseta que había puesto en mi cabeza y apretado hasta todo y que me tenía los sesos asfixiados y ahogadas las neuronas.
Pero feliz y contento puse en marcha la primera velocidad del ventilador, viendo como gracias a su impulso, la tablita avanzaba decidida hacia la dirección que le marcaba con el timón de cola. Di una vuelta completa al salón e ilusionado con el resultado, decidí dar un recorrido por toda la casa para afianzarme en la realidad del invento. Pero cuando enfilé hacia la puerta de comunicación con el resto de la casa, hube de pasar por el centro del salón sin darme cuenta de que la lámpara de catorce brazos que lo alumbra y comprada por el expreso capricho de mi ex esposa —manda huevos—, tiene unos pinchitos en las bolitas que le adornan y que se incrustaron en los globos flotantes, provocando con ello la salida del gas.
No fue una salida lenta y suave, sino esa salida brusca y enérgica —como cuando inflas un globo a reventar y lo sueltas en el aire para que salga disparado chocando contra todo lo que se le pone por delante—... pues esa. Salí por la puerta del salón, si, pero la camiseta que me había servido de venda para mi cabeza, se quedó incrustada en su cerco junto a un trozo de mi cuero cabelludo y fui rebotando por las paredes del pasillo hasta colarme en la habitación de matrimonio donde perdí la tablita de surf. La continuación no se puede contar, pero como los globitos los tenía fuertemente acoplados a mi torso en forma de arnés, no conseguí quitármelos y tuve que sufrir las consecuencias de esa fuerza de tracción hasta que se desinflaron del todo.
Tengo tres roturas en la pierna derecha, me han colocado el brazo izquierdo en la espalda hasta que suelden los desperfectos de la clavícula. Un collarín adorna mi cuello; la cara parece el mapa del tesoro de Barba-roja y las siete costillas rotas no me dejan respirar. Escayolados los cinco dedos de la mano derecha e insertado el fémur de la pierna izquierda que lo perdí en la cocina. Tantas magulladuras habitaban en mi cuerpo, que los médicos querían vendarme completamente como una momia, a lo que yo, con la energía que me caracteriza, me negué.
Pero estoy satisfecho y muy ilusionado ya que cuando dos días después me encontraron en una esquina del salón, enterrado bajo los restos de los globitos, había respirado la totalidad del gas helio, el cual me facilitó la visión de un mundo casi perfecto, donde el hombre había conseguido eliminar una de las peores taras de la moderna civilización, trasladándose de un lugar a otro montado en tablitas de surf, en vuelos precisos y ajustados a cada necesidad.
Estoy deseando que me retiren la ortodoncia colocada en mi dentadura y la escayola adosada a la mandíbula, para poder hablar y comunicar a los ingenieros las modificaciones que mi mente y mi experiencia han elucubrado para una navegación segura.

Ya os contaré.



PD. Se me olvidaba deciros que en la oreja izquierda no tengo ni una sola magulladura, ni arañazo, ni nada de nada… ¡Estoy feliz…!




Dórigo Alegezzo
Nota: Todos los derechos de autor, debidamente protegidos en El Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.




Donde se deja ver la inventiva del hombre...

Código: 1303054716361
Fecha 05-mar-2013 11:56 UTC

4 comentarios:

  1. Hola Dòrigo; si que he disfrutado de tus memorias o tu prolifica imaginaciòn . . . pobre amiga tuya se quedo muy sorprendida no? bueno pero no era para menos pues tù tenìas que ir ha realizar un medio de transporte que revolucionaria a nuestra generaciòn . . . y creo que no es mala la idea . . . aunque con tanto golpe amigo has quedado como papillita para el gato.
    Es un gusto haberte leìdo y sobre todo haber sonreìdo con tus maravillosas elucubraciones.
    Un abracito amigo.

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    1. A ver Fay... el curro es el curro y los caprichos hay que dejarlos a un lado ante la responsabilidad... Jajajajajajajaja...
      Eso si, como muy bien dices, me tuvieron que recoger con una cucharilla de café.
      Lo mejor de todo ha sido tu sonrisa.
      Abrazos querida amiga.

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  2. jajaja
    admirable blog con chispa de un gran escritor

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  3. Gracias Recomenzar, agradezco tu visita y tu risa.
    Saludos desde Madrid.

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