lunes, 25 de abril de 2011

Érika IV

Érika…

Cuando se abrió la puerta del ascensor, me ofrecí con mucha precaución…
--¿Te puedo ayudar con una maleta?...
--Bueno, respondió. Y sonriendo se introdujo en el ascensor arrastrando la otra maleta.
--¿A qué piso vas?, pregunté.
--Al séptimo…
Casi se me saltan las lágrimas; el estómago se arrugó en mi interior provocando un espasmo en mi nuez y un escalofrío desde la punta de los dedos de mis pies hasta la coronilla, recorrió todo mi cuerpo…
¡Yo vivo en el séptimo!..., ¡viene a mi casa!...; pero… ¿porqué va a venir Érika a mi casa? Y además… ¿quien la ha dado mi dirección?…
Una ancha y franca sonrisa se dibujó en mi cara al mismo tiempo que pulsaba el interruptor del piso y volvía mi cabeza hacia ella.
--Pues vamos al mismo piso, yo también vivo en el séptimo… ¿a que letra vas?...
--A la “A”, me respondió.
--Bueno, qué susto…, creí que venías a mi casa…, yo vivo en la “B”…
Mi voz había salido tranquila y serena, gracias al enorme esfuerzo que mis cuerdas vocales realizaron.
Nos sonreíamos; fueron cinco segundos fugaces, ya que el ascensor es ultramoderno y sube “echando ostias”…, pero en los que me dio tiempo a preguntarme que ¿qué hace Érika en Madrid, un viernes a las doce de la noche?... y además que puta casualidad que viene a vivir justo enfrente de mi puerta…
Y sigue sin reconocerme…, supongo que cuando pase un rato se dará cuenta de quién soy…
Mira que si se estropeara el ascensor y nos tuviéramos que quedar aquí toda la noche…; primero nos sentaríamos sobre las maletas y después terminaríamos en el suelo, jugando a los personajes o a los chinos con los dedos o al t…, no…
¡que piensas gilipollas!..., ¡con Érika no!..., si es la mujer de mi vida… ¡si la amo desde el primer día que la vi!…
La inalcanzable… ¡joder!..., ¡con todas las mujeres que he conseguido en mi vida!..., todas las azafatas de vuelo y… bueno, también las de tierra, en dura competencia con los Comandantes de los aviones en que viajaba…
Recordaba aquella japonesa con la que estuvo tres días encerrado en la habitación de un hotel…

El ligero movimiento de frenada que realizó el ascensor al llegar al séptimo piso, le hizo despertar de sus pensamientos y sin quitar su sonrisa de la cara cogió la maleta que le correspondía, saliendo hacia el hall de separación de viviendas.
Se dirigió a la letra ”A” y dejando la maleta en el suelo se volvió hacia Érika…
--Mira, yo vivo en esa puerta, si necesitas alguna cosa, la que sea, no dudes en llamar y pedírmelo…
--Ah…, y no nos hemos presentado…, mi nombre es Carlos…, Carlos de la Fuente…
Érika extendió su mano hacia la mía y el contacto de la suavidad de su piel me avisó de que algo dentro de mí se removía…
--Yo me llamo Gloria y te agradezco mucho la ayuda que me has prestado…
Nos despedimos y cuando iba a cerrar la puerta de mi domicilio escuché como ella manipulaba en su cerradura para tratar de abrir.
Comprendí el motivo y volví a su encuentro.
--Es una cerradura moderna y si no te sabes el truco es muy difícil abrirla… te enseño…; introduces la llave, giras un cuarto de vuelta y empujas hacia adentro, en esa postura giras dos veces a tu izquierda y… ¡ya está abierta!...
--Gracias Carlos…, no la hubiera podido abrir nunca…
--No tienes que darme las gracias…, somos vecinos y nos tenemos que ayudar…

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