miércoles, 30 de septiembre de 2015



La Posesión



Y se cree que lo ha hecho bien. Se levanta, se pone los pantalones y después la camisa. Mientras la remete entre el pantalón y su cuerpo, me mira tumbada en la cama y sonríe pretenciosamente al tiempo que pregunta:
— ¿Te ha gustado?
Dejo de mirar hacia el techo y respondo con una sonrisa cansada.
— Si, muy bien.
— ¡Es que soy un tío! ¡Pocos hombres encontrarás como yo!
Se despide, diciéndome que tiene que marcharse puesto que le reclaman en la oficina, pero es mentira, ha quedado con su esposa para ir a comprar la guitarra de Josito, el hijo mayor, ya que mañana es su cumpleaños.
Me quedo tumbada en la cama, seria, triste y desazonada. No me he enterado de nada, solo la excitación que yo misma me he provocado al pensar que seria una tarde de sexo y placer continuado. Pero una vez más me he quedado mirando el techo mientras el gilipollas de turno ha desahogado la fogosidad de su sexo en mi interior.
Me levanto cansada, agotada y temblando aún por no haber obtenido el tan deseado orgasmo que supone calmaría mi sempiterna inquietud. Me miro en el espejo del cuarto de baño y trato de comprender el por qué de mis ojeras y el por qué de mis incipientes arrugas.
“Soy Elena, mujer por los cuatro costados, edad 40 años, soltera y sin compromiso alguno. En el transcurso de mi vida me he acostado con 20 hombres y ninguno de ellos me ha proporcionado la oportunidad de obtener un solo orgasmo”
“Soy Elena, soñadora, dulce, romántica, inteligente. Leal en mis relaciones, amiga de mis amigos, simpática y agraciada con un cuerpo escultural y una cara deliciosa”
“Soy Elena y nunca he disfrutado del sexo ni jamás he obtenido un orgasmo”
Termino de ducharme y envuelta en la toalla me dirijo al dormitorio y me acuesto en la cama. Me he quitado la toalla y me he dejado caer boca abajo, con los brazos extendidos y mis esculturales piernas entreabiertas, con la derecha en un ligero doblez que embellece aún más mi figura.
Pienso en el intenso deseo que tengo de culminar en algún momento algo que mi mente acaricia constantemente. Ese momento de explosión que hace hincharse las venas de tu cuello, que impide tu respiración ya que la corta y que hace que tu corazón palpite en unas revoluciones que te dejen agotada. No me importaría ser violada por cuatro o cinco hombres si con ello pudiera obtener un solo orgasmo. Me entregaría gustosa a ello.
Levanto un poco la cabeza puesto que he escuchado como se abre la puerta de la habitación, pero no me muevo ni abro los ojos. Pienso en mí deseo pertinaz de disfrutar del sexo y no quiero alarmar a la sombra que mis ojos entrevén.
Percibo unos pasos acercándose y me hago la dormida. Noto como mis pechos se enervan ante el dolor de los pezones en contacto con la frialdad de las sábanas.
Un cuerpo se sienta a mi lado y noto el contacto de un dedo rozando mi espalda. Sigo con los ojos cerrados, no quiero perderme nada.
El dedo hace un recorrido lento desde la nuca hasta el final de mi espalda, donde comienza a recorrer la unión de los glúteos, continuando a la entrepierna. El recorrido es pausado y noto como mi centro neurálgico del placer se abre en un esplendoroso recibimiento, pero no llega, tarda, se para, se entretiene en la arrugas finales, juguetea y vuelve a subir, retrocede…
Tengo la boca cerrada, no quiero demostrar aún el efecto que me produce la presencia de la sombra. Noto como ahora son los dedos de la mano los que acarician con solo las yemas en círculos concéntricos rozando mis glúteos. Me doy cuenta que me enerva mucho más el roce de esos dedos que la palma de una mano apretando mi culo.
La sombra se tumba a mi lado y noto la piel de una pierna sobre la mía doblada. El contacto es cálido y muy agradable, acogedor.
Ahora los dedos recorren mi cadera intentando penetrar entre la sábana y mi cuerpo para llegar al sexo; pero no, se paran en mi bajo vientre y juegan a estirarse hacia mi ombligo y mi obsesión. Estoy deseando que llegue  a ella; está esplendorosa, jugosa y ansiosa por recibir el contacto. Sigo sin moverme, no quiero romper la magia de ese momento.
Los dedos avanzan en una carrera decidida desde el ombligo y no puedo impedir que mi boca se entreabra y mi respiración se colapse. Pero nuevamente se burlan de mí y escapan por un lateral recorriendo la ingle y llegando hasta el inicio del muslo, al cual acarician casi en desesperación.
Estoy jadeando en levedad ¡Todavía quiero disimular! Noto el calor de su antebrazo en mi sexo, quieto, inamovible y ardiente. Se mueve, retrocede y percibo su roce sobre mi obsesión mientras los dedos siguen jugueteando con la piel ¡No puedo más! Me siento desesperada por la tardanza en llegar y nunca había deseado con tanta intensidad que alguien llegara hasta mi esplendor ¡Estoy a punto de gritar…!
Tengo la boca abierta completamente, ya no me importa nada; lo único que deseo es que esos dedos lleguen hasta mí.
Ha cambiado de postura y se encuentra encima de mí, pero sin rozarme, solo noto el suave contacto de su miembro sobre mi cuerpo y una mano que se posiciona en el centro de mis glúteos y avanza hacia esa curva tormentosa de rayos y centellas buscando su unión con  la otra mano.
Llegan al mismo tiempo, una a mi sensación más intensa y al final de la curva la otra, a mi profundidad más cavernosa. Tengo mi lengua fuera de la boca y no se por qué. Mi mente no puede razonar y mi único deseo es ser penetrada, poseída,  devorada.
Noto como mi sexo es masajeado por ambas partes con una suave firmeza que me transporta a la locura. Tengo las piernas abiertas en una completa entrega al placer y antes de que pueda tan siquiera imaginarlo todo explota en mi cuerpo. Mi cabeza se conmociona, mi estómago recibe un tsunami de placer que llega desde mi sexo hasta la garganta y recorre mi cuerpo entero hasta la punta de los pies.
--¡Aaahhh…! ¡Aaahhh…!  ¡Aaaaaaaaahhhhhh…!
He curvado mi cuerpo buscando rescoldos de placer, mientras nuevos escalofríos recorren mi espalda al sentir mi nuca mordida casi salvajemente por su boca. Me ha poseído, soy suya y quiero serlo. No me importaría que me comiera entera.
Me siento agotada, pero sus manos continúan en la misma posición. No abandonan la presa. Instantes después mi cabeza vuelve a la locura del placer y noto la presión que sus dedos ejercen sobre mí, inamovibles. Muevo mis caderas y jadeo en un intento de hacerle comprender que necesito más. Pero es inútil, se ha parado, solo impone su presencia y su contacto y me obliga a moverme más deprisa para obtener un nuevo orgasmo que llega casi al instante, después de un nuevo avance de sus manos en mi esplendor.
Es más profundo que el primero. Me llega mas hondo y dura más tiempo, casi en una demora insoportable y sus reflejos son enormes comparados con los primeros. Mis convulsiones acompañan los latidos de mi placer en un ritmo trepidante al principio y lento pero inflexible en su continuación. Mis sienes estallan en continuas palpitaciones, acompañando a mi corazón que quiere salirse de su espacio vital. Mi cuerpo tiembla y se retuerce en espasmos incontrolados que incluso me parecen exagerados.
Me da la vuelta y boca arriba veo su rostro; un hombre normal, ni feo ni guapo, ni fuerte ni débil, pero veo en su mirada un enorme deseo de posesión. Roza mis labios con los suyos y calma mi inquietud con susurros incandescentes de palabras plenas de deseo infernal.
Me mira, recorre mi cuerpo entero con sus ojos y me roza con su mano y vuelve a mirarme. Se introduce en mi boca con su boca y le correspondo con pasión, abrazada a él y ofreciéndonos nuestras lenguas en continuos embates de posesión.
Su mirada me aturde y me siento más deseada que nunca…
Hemos pasado el resto del día y la noche agradándonos continuamente, sin parar, solo lo imprescindible para saciar otras apetencias.
Su entrega y sus mimos hacia mis deseos han enloquecido mi mente en varios momentos. He saciado mis eternas angustias no sé las veces, puesto que en la quinta o sexta he perdido la cuenta.
Pero ahora he comprendido como se desprende el techo de la habitación, he visto aterrorizada como las paredes retemblaban conmovidas por un devastador terremoto y he visionado una esfera celeste en mi mente, inundada de estrellas, que han girado sobre mi cabeza en multitud de ocasiones.
Y he comprendido por qué jamás había obtenido un orgasmo.
Simplemente, porque nunca supe elegir la mirada de un hombre que, plena de amor y deseo, me quisiera poseer.
He decidido que a partir de hoy seré más selectiva, observaré mejor las formas y maneras de los hombres que se acerquen a mí. Dejaré mis gustos aparcados en algún lugar y solo me someteré a la mirada noble, recta y apasionada de aquél que sea su dueño. Estoy segura de que en el futuro mis orgasmos serán múltiples.

Aunque no sé, creo que si ese hombre misterioso y audaz vuelve a mí, me lanzaré a sus brazos y me entregaré toda entera a sus juegos de pasión y desenfreno.
Solo sé que se llama José y que es electricista…




Dórigo Alegezzo
Nota: Todos los derechos de autor, debidamente protegidos en El Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.


Código: 1207242015055
Fecha 24-jul-2012 6:22 UTC

2 comentarios:

  1. Wow mi querido Dórigo extrañaba ya tus escritos siempre tan hermosos y sensuales que me dejan un agradable sabor un placer volver a leerte Lindo Día Besos mil

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  2. Hola Leona, que gusto verte amiga. Siempre tan atenta y cariñosa conmigo.
    Te lo agradezco. Seguimos caminando y aunque estemos lejos, nos miramos a la cara.
    Besos muchos para ti.

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